El sábado 7 de marzo exploramos la segunda ruta de #sendas(o)cultas. El objetivo de este paseo era encontrar un corredor «eco-social» que conectase 4 de los huertos urbanos del distrito de Fuencarral (El huerto de la AAVV del barrio de Begoña, el huerto sin nombre, el huerto de Tres Olivos y Huerkarral) a través de un itinerario verde.
Enfocamos el paseo como un ejercicio de observación e inventario de las especies hortícolas, arbóreas, arbustivas y adventicias que nos fuésemos encontrando por el camino.
Emprendimos esta senda desde el metro de Begoña con un itinerario más o menos marcado, pero la curiosidad de los paseantes junto a la cantidad de estímulos verdes que nos íbamos encontrando en la ruta, nos hizo desviarnos ligeramente del camino marcado, lo que nos permitió descubrir un archipiélago de zonas verdes desconocidas.
Antes de iniciar la ruta ya nos desviamos. Tres agronautas aterrizaron antes de tiempo en el barrio de Begoña y pusieron rumbo a los espacios interbloques de los alrededores de la calle Isidro Fernández, donde se encontraron con estos jardines vecinales.
Saliendo a la calle San Modesto, el grupo de Argonautas se topço con una imagen versallesca. Estaba claro que por este barrio no le iban a dar muchas oportunidades a la flora espontánea en sus jardines. Habían optado por una intervención más académica en sus espacios verdes.
Ya en el huerto de Begoña nos juntamos todos los argonautas, algunos aborígenes del distrito como Edel y Juan, y el resto de la tripulación con pocas horas de vuelo en el barrio.
Aquí hablamos con varios habitantes de los espacios interbloques y descubrimos que el diseñó de los jardines que brotaban de las fachadas de los edificios eran obra de cada comunidad de vecinos. El cuidado y mantenimiento corría a cargo de dos jardineros contratados.
Desde los bancales de Begoña pusimos rumbo al huerto sin nombre, situado en la esquina de Llano Castellano con Herrera Oria, pero tomamdo un camino distinto al programado. Edel, vecina del barrio, nos comentó que había surgido un nuevo huerto hace un año en las proximidades de la vía del tren, a la salida del puente que conecta la calle Antonio Robles con Francisco Sancho. Así que dejamos a Edel como Sherpa, que nos introdujo por los jardines de la calle Virgen de Aránzazu antes de llegar al huerto oculto.
Atravesamos el túnel de la Renfe y aparecimos en el huerto situado en la esquina de la calle Manuel Tovar con Antonio Robles. Allí, tras la verja que delimitaba el huerto, nos encontramos con Mariano.
Tras intercambiar unas palabras desde el otro lado de la valla del solar nos invitó a pasar. Nos contó que ese trozo de descampado se lo había cedido de palabra la Junta del Distrito ante la petición de algunos vecinos de transformarlo en un pequeño huerto urbano.
Mariano también participa con otros vecinos en el Huerto sin nombre, Era lógico que al preguntarle si ya tenía nombre nos dijese que no. Le preguntamos si el huerto era comunitario. Nos contestó que era un huerto privado en el que participaban 10 personas. Nos chocó esta definición y la situación «administrativa» Un huerto privado sobre un solar público cedido de palabra por la Junta.
Hemos de decir que Mariano y los pobladores de este huerto ( el día de la visita solo estaba Mariano) no se oponen a que entren nuevas personas, pero nos preguntaba Mariano: » Y quién va a querer pasar a coger la azada y cavar en este terreno donde no hay ni una sombra».
Sea privado, público o mixto, es un placer como la iniciativa vecinal recupera espacios degradados para sanar la ciudad, ayudándola a respirar en un ejercicio de acupuntura urbana.
Saliendo del huerto de Mariano, nos dirigimos al huerto sin nombre atravesando el polígono industrial por la calle Labastida. En el parterre arbolado de la calle divisamos ajetes silvestres y un manto de flora amarilla que nos conducía al nuevo punto de destino.
En el huerto sin nombre nos encontramos con Paqui, José y Satur en pleno almuerzo. Nos contaron que la titularidad del solar es de un banco. Empezaron ocupando y más tarde un grupo de vecinos se reunieron con la entidad bancaria para que les dejasen cultivar el solar mientras permanecía sin uso. Inopinadamente les dieron permiso, y hasta ahora.
Paqui, de origen asturiano y con cultura rural, ejerce de catalizadora, dinamizadora y animadora del huerto. El huerto es una maravilla, tiene un toque caótico que lo hace muy atractivo. Cada hortelano cultiva su parcela según sus gustos alimenticios y su sentido de la estética, lo que le dota de una gran hortodiversidad.
Desde el Huerto sin nombre cambiamos de escenario. Perdimos de vista los jardines vecinales y comestibles para adentrarnos en la potencialidad de los descampados,en concreto los de la futura operación Chamartín. Una pena que la administración los haya imaginado como asentamiento de torres gigantescas, nosotros los recorrimos soñando como un gran corredor verde por el que respirase el distrito.
Hemos de reconocer que en Ciudad Huerto somos unos amantes de los descampados. Son el refugio de la vegetación más outsider de la ciudad, la flora espontánea que la jardinería más tradicional intenta eliminarla de sus espacios, pero que en estos lugares crecen con todo su esplendor, mostrándonos toda la biodiversidad que podría potenciarse si aplicásemos otros modelos de mantenimiento a las zonas verdes de nuestras calles y barrios.
Los decampados también permiten otros usos impensables en los parques o zonas de juego más tradicionales. Un ejemplo, ya citado en otras entradas del blog, es la zona de bmx que unos adolescentes del barrio, con ayuda de una sola pala, comenzaron a construir a principios de febrero. En un guiño al esfuerzo de estos chavales, nos hicimos una foto desde el boxer del circuito
Tomando nota de la vegetación espontánea que flanqueaba nuestro camino y tras sorprendernos por la visión de un vivero abandonado a la vereda de la calle Cristo de la Vera Cruz, llegamos al huerto de Tres Olvos
Rubén nos contó el modelo de autogestión del huerto, que contaba con 16 bancales, cada uno de ellos asignados a 2 personas. También disponen de bancales y zonas comunes que mantienen entre todos.
El huerto está conectado con los colegios del barrio, que acuden de vez en cuando a realizar algún taller, y con el área de medio ambiente del ayuntamiento pmooviendo distintas actividades a lo largo del año.
La ruta se nos alargó en el tiempo más de lo previsto, por lo que ante la llamada de los jugos gástricas de los paseantes decidimos parar a avituallarnos en un bar del barrio. No conseguimos llegar a Huerkarral, por lo que tendremos que conectarnos con él en nuestra próxima vista al barrio.
¿Y el inventario de flora del corredor ecosocial?
Estamos en ello, volcaremos la información en mapas y la compartiremos.